Amar todo lo que nos rodea, amar todos los instantes del tiempo, amarse a uno mismo. El amor incondicional, una lección por aprender que incluye no solo a los demás, sino también a uno mismo.

 

Dar a otros y darse a uno mismo la libertad de existir y ser feliz. El enamoramiento como un hogar donde sentir seguridad y tener el espacio necesario para crecer. El verdadero amor no duele, los apegos si.

El adobe como protagonista de un interior que envuelve en un entorno rústico, complementado por plafones de madera obscura que transmiten confort y calidez.

 

Tapetes de piedra con símbolos y texturas surgen de entre el piso provocando contrastes visuales y táctiles que estimulan los sentidos al transitar por el dormitorio entre elementos tallados en madera.

 

Lo lúdico y lo etéreo son la pauta para la selección de objetos con historia que buscamos/descubrimos para ambientar y sugerir memorias ficticias a la narrativa de la imaginación.

 

La amplitud de un espacio para la higiene donde la sinuosidad de las curvas y contrastes de texturas, invitan a transformar actividades cotidianas como la ducha en rituales para purificar y llenar de energía, mientras se contempla la vista de las montañas desde el ventanal.

 

Ubicada en el primer nivel, con acceso a través del puente que conecta desde la parte posterior del “Jardín Botánico”.